11 de abril de 2011

Los vientos en contra de la energía renovable



La crisis de Japón ha reavivado las preocupaciones sobre la dependencia de la  energía atómica para obtener electricidad. A esto se suma el alza de los precios del petróleo. Estados Unidos, el mayor consumidor de energía, sigue empeñado en depender menos del crudo extranjero e impulsar la producción de etanol.
Estos acontecimientos parecerían favorecer a la energía renovable de fuentes como el sol, el viento y la biomasa. Este sector ha crecido en los últimos años, atrayendo a inversionistas del más alto nivel, y ha fomentado cadenas de suministro que se extienden por distintos continentes. Las tecnologías han mejorado y los costos han caído.
Sin embargo, la energía renovable aún no ha superado las críticas que la persiguen desde hace años: es demasiado costosa como para competir con combustibles fósiles y depende demasiado de subsidios gubernamentales. La mayoría de la energía renovable enfrenta otro obstáculo significativo: su generación sigue siendo intermitente y los avances técnicos que la podrían volver una fuente confiable siguen siendo elusivos.
La energía eólica, la mayor y más madura de las fuentes de energía renovables, aún requiere subsidios y mandatos del Gobierno.
Por su parte, el costo de la energía solar ha bajado mucho en los últimos años, pero compite con el carbón y el gas solo en unos pocos mercados, donde el precio de la electricidad es demasiado alto. Y las instalaciones de energía solar que pueden generar tanta electricidad como el gas son escasas.
Además, el reciente crecimiento en la perforación de gas de esquisto promete mantener bajos los precios de este recurso, lo que complica la competitividad de la energía renovable.
Ni el viento ni el sol pueden generar energía a voluntad, una parte crucial del negocio del suministro. El almacenamiento de electricidad para uso futuro es una tarea difícil y requeriría de algún avance tecnológico.
“El almacenamiento en red a un costo efectivo puede cambiar completamente las reglas del juego”, dijo Pavel Molchanov, analista de la firma de planificación financiera  Raymond James. “Pero eso está, por ahora, en el terreno de la investigación y el desarrollo”, agregó.
La construcción de nuevas redes de transmisión para enviar electricidad desde desiertos soleados y llanuras ventosas hacia centros urbanos seguramente será costosa y polémica.
Entre tanto, la búsqueda de una fuente de combustible para reemplazar al crudo también está floreciendo. Convertir maíz y caña de azúcar en etanol funciona pero, cuando los precios globales de los alimentos están en aumento, usar tierras cultivables para granos comestibles es prioritario. Los intentos por convertir restos de madera, residuos municipales sólidos y cultivos energéticos —biocombustibles derivados de algas y pasto— en combustible han sido una lucha titánica.
De todos modos, las empresas no han dejado de lado la búsqueda de alternativas para el crudo, el gas y el carbón. El mercado energético es tan amplio que asegurarse tan solo una pequeña tajada significa un enorme potencial de ganancias.
Los gobiernos también siguen interesados. Ponerse al frente de una nueva industria global podría significar crear un motor que cree empleos y producción económica para las próximas generaciones. Además, la energía renovable, incluyendo la geotermal y los desperdicios municipales reciclados, es más limpia que los actuales combustibles fósiles, lo cual reduce la emisión de dióxido de carbono así como de contaminantes locales.
Alemania y China registraron las mayores inversiones, entre US$25.000 millones y US$30.000 millones cada una en el 2009, por parte de empresas que fabrican o compran equipos de energía renovable y subsidios de los gobiernos para investigación y despliegue de tecnologías de energía limpia y de uso de energía eficiente.
EE.UU. se ubicó en el tercer lugar del ránking con un gasto de US$15.000 millones en el 2009, según Ren21, una red de políticas de energía renovable con sede en París. En EE.UU., se espera que el consumo de energía renovable se duplique a 6,9% en el 2020, frente 3,7% en el 2009.
“La pregunta es”, plantea Frank Wolak, director del Programa sobre Energía y Desarrollo Sostenible de la Universidad de Stanford, “si la sociedad está dispuesta a pagar por ella”. El investigador añadió que el problema es que la gente no siente la necesidad de pagar los costos más altos considerando la gran cantidad de combustibles fósiles que aún está disponible y lo relativamente asequible que es.
Los partidarios de la energía renovable dicen que los gobiernos deberían seguir financiando su crecimiento. “Al generar la electricidad con (recursos) renovables, uno está generando una electricidad libre de emisiones. Pero eso es una prima. Hay otras razones. A nivel local, hay beneficios ambientales, de calidad de aire y de salud. Además, está la ventaja económica de la creación de empleos”, dice Virginia Sonntag-O’Brien, secretaria ejecutiva de Ren21.
Otros aducen que el precio de depender demasiado de la energía renovable es muy alto y eso podría tener graves consecuencias económicas. “Usted genera energía que es más cara y cuyos costos de producción se elevan. De esta forma está reduciendo el ingreso de los consumidores porque tienen que gastar más en electricidad o combustible”, explica David W. Kreutzer, investigador de Heritage Foundation, una institución de tendencia conservadora en Washington.
Esto está cambiando a medida que la tecnología renovable se abarata y se vuelve más eficiente. El secretario de Energía de EE.UU., Stephen Chu, dijo recientemente que creía que la energía eólica y solar no necesitarían de subsidios para competir en una década.
Aunque la energía renovable es hoy en día más cara, el precio puede parecer sensato en dos décadas. “Puede que llegue el momento en que miremos atrás y digamos, ‘qué buen negocio hicimos con estos renovables’”, dijo Marc Ulrich, subdirector general de energía renovable de la empresa eléctrica Southern California Edison


Referencia: Artículo del suplemento Dia1 del diario El Comercio del 4 de abril.

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